Cuando Críspula salió del baño, los tramoyistas recogían los últimos decorados del escenario. Varias horas antes, Válmar se había hecho con las cuerdas de una de las guitarras del grupo preferido de ambos. Después de eso, la estuvo esperando de espaldas al escenario, con la mirada cada vez más despierta. cuentos
Sin cuestionarse nada sobre sus pensamientos anteriores, se abrazaron. Y siguieron abrazados hasta que llegaron al coche, para regresar juntos a casa. Al rato de partir, Válmar bajó el volumen de la radio y los dos fueron improvisando una letra, sostenida por la melodía de la canción que había estado sonando. Él decía una palabra o dos, o una frase, y ella la completaba, o iniciaba otra… y a trompicones la fueron componiendo. A la mitad del camino, consiguieron cantarla al unísono.
Quiero sentir a tu lado
la sencillez del minuto
mientras él crece allí.
Quiero cantarle cerquita,
al compás del latido,
que le dé el ritmo para vivir.
Quiero, pasito a pasito,
disfrutar nuestras ganas
hasta que él llegue aquí.
Quiero hacerte cosquillas,
para que tú le contagies
la alegría y el placer de reír. Y cada beso que doy
se triplica de amor
antes de que roce tu piel.
Y cada beso que doy
se triplica de amor…
Semanas después, Críspula y Válmar, acostados boca arriba sobre el suelo de la nueva habitación, contemplaban el móvil hecho con cuerdas de guitarra.
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